NIÑ@S QUE PARECEN AUTISTAS, PERO NO LO SON
El desarrollo humano es diverso e individualizado. Existen ciertos baremos y criterios para determinar el estadío de evolución, la edad cronológica y psicológica, los diagnósticos y el perfil… Sin embargo, jamás encontraremos dos casos iguales. Por ello, dentro de que nos regimos por patrones generalizados, es necesario hacer una buena evaluación, discriminación e interpretación de los signos o síntomas que se presentan en cada caso, antes de hacer valoraciones. Determinados rasgos son compartidos por varias neurodivergencias. Así, aunque haya niños que parecen autistas, no lo son.
Una vez que detectamos alguno de ellos es necesario indagar para llegar en fondo del iceberg. La teoría del iceberg, establecida por el famoso escritor Ernest Hemingway y aplicada a la psicología, nos explica como esa pequeña parte que es la punta del iceberg, es sólo una muestra de lo que realmente está sucediendo. Lo adecuado es acudir al pediatra o especialista en psicología del desarrollo para que evalúe con la suficiente información qué está ocurriendo, y pueda elaborar un diagnóstico fundamentado. A partir de ahí se puede diseñar una intervención más acertada y eficiente.
Definamos pues, antes de seguir, qué es y qué se parece al autismo, pero no lo es. El Trastorno del Espectro Autista como su propio no nombre indica, engloba toda una serie de síntomas en diversos grados y en diferentes áreas.
Según la Confederación de Autismo de España el Trastorno del Espectro Autista se trata de una dificultad de origen neurobiológico que confluye sobre el neurodesarrollo por la característica configuración nerviosa que se produce. Afecta al funcionamiento en áreas como la corteza cerebral, el sistema límbico y la amígdala, derivando en obstáculos para desarrollar, principalmente, las funciones de comunicación, flexibilidad cognitivo-conductual e interacción social. Hoy en día, el sistema de clasificación internacional de salud, aúna dentro del Trastorno del Espectro Autista o TEA, otros trastornos del desarrollo similares; como el antiguo denominado Síndrome de Asperger.
Las causas exactas del TEA aún se desconocen. Se atribuye a la confluencia de varios factores, entre ellos:
- Genética: Esta juega un papel significativo ya que aumentan la probabilidad de desarrollar autismo.
- Proceso de maduración alterados.
- Entorno Social: Este puede influir en el nivel de autismo. Un ambiente enriquecido y el apoyo adecuado, pueden ayudarles a desarrollar habilidades comunicativas y sociales, aumentando su nivel adaptativo.
Si hablamos de grados en el autismo se distinguen en función de la afectación y/o el nivel de ayuda que necesitan:
- Nivel 1: Es la forma más leve o de alto funcionamiento. Hablan mediante oraciones completas y se comunican bastante, sin embargo, su comunicación no siempre se ajusta adecuadamente al contexto social. Les cuesta interpretar correctamente las señales sociales y no verbales, manifestando cierta falta de empatía. Muestran problemas de organización y planificación.
- Nivel 2: Los problemas a nivel comunicativo verbal, no verbal y socia son, más evidentes. Su habla recurre a oraciones simples. Les resultará más difícil cambiar el enfoque de las cosas y se mostrarán más rígidos ante sus rutinas. Muestran intereses muy específicos y comportamientos repetitivos.
- Nivel 3: Tienen auténticas dificultades para expresarse a nivel verbal y no verbal, siendo su habla casi ininteligible. Esto dificulta su adaptación y funcionamiento en los diferentes contextos. Les cuesta más interactuar y relacionarse, rara vez inicia la interacción y cuando lo hacen, es de forma inadecuada. Además, se involucran en comportamientos repetitivos importantes.
Establecer el nivel de autismo permite proporcionar el apoyo adecuado y adaptar las intervenciones o terapias de forma que se avance con mayor eficacia.
¿CUÁLES SON LOS SÍNTOMAS O SEÑALES DE UN POSIBLE TEA?
El periodo crítico de detección del TEA seda en torno a los dos o tres años. Para ese entonces, sus allegado y educadores ya habrán podido observar diferencias respecto al desarrollo esperado para su edad cronológica. Generalmente, un niño con autismo puede tener un desarrollo aparentemente normal hasta los dos años y después estancarse y/o comenzar a reflejar conductas regresivas. No obstante, antes de esos 24 meses, pueden observarse algunas de sus manifestaciones.
Primer año:
- Sonrisa social: Este gesto de interacción social, inicialmente involuntario, se desarrolla por imitación gracias a las neuronas espejo. Unas neuronas que se activan como acto reflejo ante acciones que observamos en los demás, es decir, por imitación. Así, cuando se nos contagia un bostezo o nos entristecemos ante el llanto de alguien, es porque se están activando. Las encontramos en diferentes áreas del cerebro, de modo que están involucradas diversas capacidades. Si estas neuronas no funcionan correctamente habrá dificultades para el aprendizaje vicario o por imitación, para interpretar gestos y movimientos de la comunicación no verbal, o para captar e interpretar las expresiones o sentimientos de los demás (empatía). Como se puede intuir, en las personas con autismo, el funcionamiento de estas neuronas está alterado. Puesto que esta habilidad se adquiere bastante pronto es un punto a partir del que estar atentos a los demás signos del desarrollo y relacionados con la imitación o la empatía; sin elevar demasiado la alama, a veces simplemente tienen otro ritmo evolutivo.
- Contacto visual: La búsqueda y el mantenimiento de la mirada es muy escasa.
- Juegos sociales: No les interesa y no interactúan en los típicos juegos que les encantan a esa edad como el cucú-tras, las cosquillas…
- Interacción social: Muestran dificultad para anticipar acciones o situaciones, por ejemplo, no alzan los brazos cuando los vamos a coger.
- Vínculo y permanencia del objeto: Si la figura de apego desaparece de su visión, no manifiestan angustia.
Segundo año:
- Falta de imitación: No repite los gestos típicos de saludo, burla…
- No responde a su nombre: Al llamar su atención diciendo su nombre, parece no escuchar o no reacciona.
- Intención comunicativa: No muestra interés por comunicarse ni señala o verbaliza si quiere algún objeto. Si le señalamos nosotros algo, tampoco busca dicho objeto (atención compartida).
- Retraso en el inicio del lenguaje: el lenguaje no ha aparecido o casi se reduce a sonidos o balbuceos.
- Interacción social: No muestra ni ofrece objetos ni expresa emociones ante sus figuras de apego.
Tercer año:
- Sigue sin responder a su nombre, imitar, señalar o mostrar conductas de interacción o afectividad.
- Retraso del desarrollo del lenguaje: tanto en la comprensión como en la expresión. Le cuesta pronunciar palabras básicas como mamá o agua, y no es capaz de hacer frases de dos palabras. No atiende/entiende órdenes sencillas, normas o indicaciones.
- Ausencia de juego simbólico: Este juego consiste en interpretar roles con o sin objetos similares o simbólicos.
- Falta de interés por sus iguales: no muestran curiosidad en su juego ni intención de interacción.
- Apego inusual a objetos o rutinas: muestra gustos o acciones que pueden llegar a ser casi obsesivas o se muestra inflexible ante los cambios.
- Estereotipias: Pueden presentar movimientos involuntarios y repetitivos cuando sienten falta de control o desregulación emocional.
Recordemos que el TEA es muy amplio y que no hay dos casos iguales. Estos indicadores no tienen que presentarse a la vez y existen diferentes grados a nivel general e incluso entre cada afectación del trastorno, por no hablar de la doble excepcionalidad. Estos rasgos son meros indicadores. Hay niños con autismo en los que no se ve afectado el lenguaje o no tienen ningún problema a nivel de imitación o juego y sin embargo, presentan estereotipias e inflexibilidad cognitiva que no tiene otra explicación diferencial. Del mismo modo hay niños con dificultades en las áreas descritas, pero que no son autistas.
Por la variabilidad en el desarrollo durante la primera infancia, un diagnóstico de autismo se suele formalizar entre los 5 y 6 años. Por suerte este criterio ha ido cambiando y muchos especialistas acortan ese tiempo puesto que la detección precoz se hace fundamental. E incluso sin un diagnóstico definido, a raíz de los indicadores se inicia la intervención en atención temprana.
Ahora bien, no todos los niños que presentan estos síntomas tienen autismo, por ello es importantísimo realizar un buen diagnóstico. Hay síntomas que se asocian al autismo que son compartidos por otros diagnósticos o pueden tener otra causa.
Vamos a explorar síntomas similares a los del autismo que se dan en otras neurodivergencias y que pueden confundirnos pensando que son autistas, pero no lo son.
Los principales signos son:
- Problemas de comunicación: Las anomalías o alteraciones en el desarrollo del lenguaje y el habla no son exclusivas el TEA. Pueden ser causa de un Trastorno específico del lenguaje (TEL) o de mutismo selectivo. Asimismo, un Trastorno del Desarrollo Intelectual puede ocasionar un retraso en la comunicación. Incluso podríamos hablar de un Retraso Psicomotor Simple, cuya influencia en la maduración de los primeros años puede ocasionar síntomas similares. O simplemente un entorno desfavorecido. Cualquiera de estas causas, interfiere en la evolución estandarizada del habla y la adquisición de vocabulario. Como indicador de su progreso lingüístico, podemos tomar como referencia el que conozcan al menos 30 palabras a los 2 años.
- Dificultades de socialización: Aparte de que cada niñ@ tiene su tiempo y forma para desarrollar su faceta psicosocial, existen varios trastornos de los que se pueden derivar problemas para relacionarse con los demás. El mutismo selectivo, el trastorno de ansiedad social, el Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) o trastornos del procesamiento sensorial, pueden hacer también que se manifiesten dificultades a la hora de socializar. A un nivel más leve encontraríamos dificultades en las Habilidades Sociales o introversión. Influirá asimismo los cambios y el entorno en el que se desarrolla el menor.
- Más difícil incluso es diferenciarlo con trastornos que pueden compartir varios síntomas con el TEA, estos son: El Retraso madurativo, el Síndrome de Rett, el trastorno desintegrativo infantil (Síndrome de Heller) o los casos de doble excepcionalidad.
No olvidemos partir siempre de la base de que los patrones de desarrollo no son algo rígido, que cada persona tiene su propio ritmo y que este fluctúa de forma diferente. Se trata de estar alerta ante conductas indicadoras para intervenir si fuera necesario, pero sin alarmarnos tampoco, al poco que el desarrollo no sea el estandarizado.
Como podemos ver no es fácil determinar la causa de las neurodivergencias. De forma que la mejor opción para evitar un diagnostico erróneo es acudir a un especialista que realice una buena valoración y/o evaluación.
DIAGNOSTICO
No existe ningún marcador biológico que permita identificar el trastorno, por tanto, no se puede hacer un diagnóstico eminentemente clínico. La determinación del caso se realiza atendiendo a los signos y síntomas que manifiesta cada niñ@.
¿Por qué hay niñ@s que parecen autistas, pero no lo son? Pues porque los síntomas son sólo indicadores de algo no va como se espera y no marcadores inequívocos. Hay muchos factores a tener en cuenta para determinar la casuística de los signos que presenta un caso.
La detección temprana es fundamental en cualquier neurodivergencia; sin embargo, hay trastornos en los que diagnosticar demasiado pronto puede inducir a error. Para evaluar y/o diagnosticar el TEA se suele esperar hasta los 18 o 24 meses. Puesto que los peques están en una edad en la que el desarrollo está en constante crecimiento y fluctuación y no es adecuado diagnosticar con prisas.
Podemos observar los signos antes y tener la sospecha (el pediatra debe ir haciendo algunas pruebas generales que nos den una idea del caso), pero hemos de esperar y dar margen al desarrollo para su confirmación. Esto tampoco quiere decir que esperemos sin más; intervenir en las dificultades visibles aún sin tener un diagnóstico fijo, potencia el desarrollo y amortigua o evita el agravamiento del trastorno.
El diagnóstico en el trastorno autista pasa por realizar una serie de pruebas o evaluaciones en diferentes competencias, tanto cognitivas como del comportamiento. Habrá que tener en cuenta las características de cada niñ@ que es único (nunca hay dos casos iguales) y considerar su corta edad y particularidades personales para adecuar el proceso. Un proceso que para ser más riguroso ha de hacerse longitudinalmente en el tiempo.
El cerebro no es ciencia exacta y en psicología, a veces las cosas no son lo que parecen. Hay que estudiar muy bien los casos antes de emitir un diagnóstico que sin duda marcará un antes y un después en la vida de una persona y una familia.
Factores a tener en cuenta:
- Edad: Las primeras manifestaciones del TEA suelen aparecer tempranamente, pero hasta los 2 o 3 años pueden pasar desapercibidas o van variando por las estrategias de adaptación que van generando. Con 3 años, tener problemas para socializar puede ser normal, sin embargo, la misma situación con 5 años puede ser indicador de alguna dificultad, no necesariamente patológica. Es muy importante contextualizar.
- Etapa de desarrollo: A veces se produce una disincronía entre la edad cronológica, cognitiva y psicológica porque diferentes aspectos del desarrollo maduran a un ritmo desigual.
- Condiciones del entorno: En el desarrollo hay que tener en cuenta también las características del contexto de crecimiento; condiciones, hábitos, experiencias vitales…
Por todo esto, hay ocasiones en las que ciertos síntomas o conductas pueden llevarnos a equivoco y pensar que son niños que parecen autistas, pero no lo son. Hay que estar atentos y observar posibles dificultades en el desarrollo, mas sin juicios precipitados ni alarmismos innecesarios; y consultando al especialista más adecuado para que nos oriente correctamente.
En definitiva, es crucial mantener una perspectiva cautelosa y comprensiva al interpretar los signos o comportamientos que podrían asociarse con el autismo en niños. Si tienes dudas, la búsqueda de orientación profesional resultará fundamental para evitar conclusiones precipitadas y pronósticos agravados. En Neurolución te ayudamos a abordar tus inquietudes y realizamos una evaluación exhaustiva y precisa de los niños teniendo en cuenta factores como los que hemos mencionado anteriormente. ¡Contacta con nosotros!